Campamento del príncipe Sweyn a las afueras de Aros, Jutlandia.
Se escuchó el sonido de un golpe sordo y seco. En ese momento, el enorme Surtr caía de espaldas en el suelo.
—Eran dos diosas sin totemas y una igigi, ¿y regresaste aquí casi muerto a pesar de eso?— dijo un hombre en un hábito grisáceo quién tenía levantada su mano izquierda con la que había golpeado al gigante.
—Pero señor Loki— dijo Surtr, —apareció la diosa Atenea de repente a apoyarlos— trataba de explicar el gigante su fracaso ante su superior.
—¡Idiota! ¿Por qué Atenea intervendría a apoyar a los bastardos de Lel, si ella está en guerra con ellos?— continuó interrogándolo el hombre de hábito gris.
Loki y Surtr se encontraban dentro de una pequeña guarida improvisada, habían colocado una dimensión alterna para poder discutir sin interrupciones humanas.
La guerra estaba ocurriendo fuera del campamento, en donde los hombres fieles de Sweyn luchaban intentando sitiar la ciudad de Aros la cual estaba protegida con enormes empalizadas de madera de roble. Esta guerra ya llevaba un poco menos de un mes que había empezado.
—Era ella, señor Loki. No tengo excusas para justificar mi derrota— dijo Surtr mientras trataba de incorporarse.
—¡Demonios!— dijo el dios Loki mientras se daba media vuelta y se sentaba en una silla.
—¿A qué está jugando Anat? Me dijo una de sus elohim que debíamos matar a esas diosas ahí mismo y que, llevando sus cadáveres ante ella, me haría anunnaki de Asgard— continuó el malvado dios preguntándose.
—Además, ellos deben estar por llegar muy pronto y no creo haber obtenido la energía suficiente— continuó hablando Loki.
—Señor, creo que será necesario deshacerse de la diosa Atenea, de lo contrario, no creo que ni usted pueda ganar— respondió el gigante que seguía arrodillado en el suelo.
Loki movió un dedo y un cuerno con hidromiel flotó hacia él, entonces dio un sorbo.
—Tendré que luchar contra ella entonces— dijo tajantemente Loki, —mientras tú y mis hijos deberán derrotar sin falta a esas tres diosas. Posiblemente matarlas nos de la energía que nos hace falta para nuestro plan— dijo el dios mientras subía sus piernas en la mesa.
—Sí señor, esta vez no fallaré— respondió Surtr mientras se levantaba.
—Todo se está yendo abajo, esperaba que Sweyn no tardara tanto en conquistar a su padre. Ni con toda la fuerza de los jomsvikingos han podido someter la ciudad. Aunque cada soldado que sus hombres asesinen es una gota más para lograr nuestros objetivos— continuó diciendo el dios de la mentira nórdico.
—La guerra no parece que vaya a prolongarse mucho, señor Loki— dijo el gigante. —Sweyn será victorioso— comentó.
Loki, hacía más de un año, había estado encerrado en una caverna dentro del mundo de Jotunheumr, en donde una serpiente goteaba veneno en su cara constantemente.
El malvado dios había provocado la muerte del hijo de Odín, Balder, lo que provocó la ira de Asgard. Éste huyó, pero fue encontrado en una catarata dentro de Franangrsfors, uno de los continentes del mundo de Jotunheumr.
Acostado boca arriba, mientras estaba atado de manos y pies, y con una incómoda piedra destruyendo su espalda; debía pasar esa tortura constantemente. Aunque el veneno no le mataba como a otros dioses, parcialmente por su herencia de ser un gigante de hielo, sí le causaba el suficiente dolor y agonía para sufrir mucho cada vez que una gota caía sobre de su rostro. Era tan fuerte el dolor que éste hacía temblar el continente al intentar zafarse de sus ataduras.
Justo en ese día, hace más de un año, una mujer apareció frente de él. Loki no podía ver su rostro ni su forma, solo una sonrisa macabra que se dibujaba con sus dientes blancos. La única razón que Loki sabía que era una mujer era por la hermosa figura que ésta tenía.
—Loki, hijo de Fárbauti. ¿Cómo terminaste en esta penosa condición?— preguntó la mujer misteriosa.
—Un día nadaba por los acantilados de esta región, me tropecé, caí y terminé aquí— respondió con una sonrisa sarcástica.
—Veo que aún conservas ese peculiar sentido del humor por el que eres tan conocido— respondió la mujer.
—Y tú, ¿qué asuntos tienes conmigo? ¿Vas a liberarme de este sufrimiento? Lamento informarte que una vez que entras aquí, ya no podrás salir— contestó desafiante el dios.
En ese momento, las ataduras de las manos y piernas de Loki desaparecieron, como si hubieran sido cortadas por una corriente de aire invisible; al mismo tiempo que la enorme serpiente que goteaba veneno era partida en pedazos. El dios cayó de lado al suelo y se levantó trabajosamente.
—Esas ataduras eran las entrañas de algunos de mis hijos, hiladas con escudos dimensionales, ¡No existe poder que pudiera romperlas!— dijo sorprendido el dios.
—Tienes dos opciones entonces, dios Loki. Aceptas lo que ves o te aferras a tus tontas creencias— contestó la mujer.
—Creo que optaré por creer en ti— contestó Loki.
—Pero no veo qué gane alguien como tú al liberarme— continuó el dios respondiendo de manera altanera.
—Odín, el padre de Asgard, ha muerto y Lel ha decidido darte el trono de todo Yggdrasil— respondió la mujer.
—¿Padre Odín ha muerto? ¿Pero cómo? Si era increíblemente poderoso— preguntó extrañado Loki.
Luego el dios nórdico volteó a ver la cara de la mujer, que, aunque no veía sus ojos, si podía intuir que estaba riendo.
—Tú… ¿lo asesinaste?— preguntó extrañado y sorprendido.
—No vengo a hablar de esos detalles, solo que Lel te ha concedido convertirte en el anunnaki de Asgard. Pero antes debes asesinar a unas desertoras para mostrar tu compromiso ante nuestro reino. La forma que decidas hacerlo es asunto tuyo— contestó la mujer misteriosa.
—¿Y si me niego?— respondió Loki.
—No fue una petición— contestó la mujer.
La diosa misteriosa levantó su mano, y todas las paredes dimensionales que encerraban a dicho cuarto se rompieron en pedazos.
La luz del día comenzó a iluminar la pequeña caverna mientras que los restos de la serpiente yacían en el suelo de un color anaranjado por la luz del amanecer.
—¿Qué clase de poder fue ese? ¡Seguramente Heimdal descubrirá esto!— dijo espantado Loki.
El dios continuaba hablando cuando se dio cuenta que ya no se encontraba en la caverna; de hecho, el escenario era Niflheim, con su particular panorama todo cubierto de hielo y con una enorme neblina espesa, la cual hacía difícil de ver los alrededores. A lo lejos, se podían escuchar los aullidos del lobo Fenrir.
—Te he traído a Niflheim para que comiences a armar un ejército— dijo la mujer mientras le daba la espalda.
—Tendrás un año para prepararte y luchar contra esas diosas, y será mejor que te hagas más fuerte o de lo contrario te podrán matar— continuó diciendo.
—Espera, Heimdal seguro nos verá aquí mismo, ¿qué hago?— continuó Loki gritando mientras la mujer se retiraba lentamente.
—Ese dios solo verá lo que yo quiero que vea; es así de simple. ¿Quieres que también te ayude a convencer a los demás en seguirte?— dijo la mujer con una voz molesta e irritada mientras volteaba a ver a Loki de reojo.
—Tiene razón, yo me encargaré del resto— contestó más tranquilo el dios malvado y en eso vio que la mujer desapareció ante sus ojos.
Había pasado más de un año desde que ocurrió esto.
Loki había podido rescatar a sus hijos Fenrir, un gigantesco lobo; y Jormundgander, una serpiente enorme cuya cola podía abarcar todo Midgard. Además, había convencido a Surtr, rey de los gigantes de fuego y líder de Muspelheim. En conjunto, un gran ejército de jotun de hielo y fuego también.
—Pude disfrutar de estos placeres mundanos al menos por un año que me dejaron actuar esos imbéciles. Sin lugar a duda este hidromiel es mucho mejor que ese veneno que me caía en la cara todos los días en mi encierro— dijo Loki mientras seguía bebiendo.
El dios nórdico terminó su cuerno de hidromiel y se puso de pie.
—Bueno, hora de seguir fingiendo ser un profeta para ese imbécil del príncipe. Veré si puedo convencerlo de ahorcar a más cristianos o algo así. Cualquier sacrificio en estos momentos ayuda— continuó diciendo mientras deshacía la dimensión alterna y salía de su tienda improvisada.