Ana, después de beber lo último de ambrosía que le quedaba, corrió a liberar a Rodrigo y Epona de la red creada por Loki para atraparlos. Acto seguido, con su espada, la cortó, liberando a ambos de dicha técnica.
—Empieza a cantar todo— dijo Tania mientras continuaba poniendo su pie sobre Loki, quien se arrastraba para intentar escapar.
—No luchas por Lel, ¿Cierto?— le preguntó Atenea.
Un incómodo silencio se sintió en el aire.
—¿Por qué lucharía por ese montón de asesinos?— dijo rendido el dios nórdico mientras continuaba bajo el pie de Tania.
—¿No dijiste que te convertirías en el anunnaki de Asgard?— preguntó la diosa de fuego.
—Eso me dijo la mujer que me sacó de mi prisión, pero sabía que era mentira. Yo solo fui contratado para matarlas a ustedes y ya. Sabía eso desde un principio— contestó el dios oscuro.
—Y si sabías que te traicionarían, ¿Por qué accediste?— preguntó Epona.
—Es simple, Lel afirma haber matado a Odín, pero la verdad es que él sigue vivo— afirmó Loki
Las diosas lo miraron con una mirada de incertidumbre
—Pero entonces, ¿dónde está?— preguntó Atenea.
—Escondido en lo que los vikingos llaman: ‘Vinland’[1]— respondió el dios nórdico.
—Vin, ¿qué?— preguntó Rodrigo.
—Nosotros los dioses hemos visto un continente en el otro lado de la Tierra, pero tenemos prohibido entrar en él porque pertenece a una jurisdicción un tanto… peculiar— respondió Ana.
Rodrigo quedó sorprendido.
—Un nuevo continente— pensó con asombro.
—Yo solo intenté usar esta guerra y matarlas a ustedes para brindarle energías al padre de los dioses, solo eso— continuó explicando el dios nórdico.
—¡Si nuestro padre Odín recupera sus fuerzas, podrá vencer a esos engreídos en Lel!— gritó el dios oscuro con emoción.
—Pero ¿no estabas en guerra contra Asgard? Estabas en una prisión después de todo— preguntó Atenea.
—Tendré mis diferencias con los Æsir, pero ningún habitante de Yggdrasil jamás traicionará a los suyos. ¿Comprendes?, ¡Jamás!— respondió Loki sobresaltado.
Las diosas guardaron silencio por un momento. Tania entonces le quitó el pie de encima.
—Bien, creo que tú y nosotras tenemos el mismo objetivo— dijo Atenea mientras se ponía en cuclillas frente al dios nórdico.
—¿Qué dices Loki? Te ayudaremos a ti y a tu anunnaki, y a todo Asgard a mantener intacta su cultura si te unes a nosotros— dijo la diosa griega mientras le extendía la mano.
Loki guardó silencio por un momento.
—Yo y Asgard no tenemos buenas relaciones, de hecho, estoy seguro de que vendrán a meterme a la prisión nuevamente— dijo pesimistamente Loki.
—Deja que yo me encargue de eso— respondió Atenea.
Loki guardó silencio.
—Si no aceptas, estas bellas mujeres te despellejarán vivo, así que, creo que no tienes opción— dijo la diosa griega mientras señalaba a Ana y Tania.
—Espera un momento— dijo la diosa de fuego.
—Entiendo las razones por las cuales hizo lo que hizo, pero no estoy dispuesta a aprobar el hecho que con esta guerra permitiste matar a cientos de personas. Mucho menos apruebo que ese gigante tuyo masacró inocentes cuando nos atacó. No quiero tener nada que ver con él sin antes no recibir una disculpa, no solo a nosotras, si no que pague sus deudas a las personas que él dañó. No me hacen falta sociópatas cerca de mí— dijo imperativamente Tania.
—¿Por qué te preocuparían esos sucios humanos?— preguntó Loki.
—Porque prometí protegerlos hace mucho. Aunque la mayoría de todos ustedes los vean como seres inferiores, yo no— dijo Tania enojada.
—Esos seres inferiores solo saben hacer guerras y matarse, sitiar ciudades condenando a las personas a morir de hambre, y hacer actos de canibalismo en su desesperación para sobrevivir— dijo Loki malhumorado.
—¿Y qué tan diferentes nos comportamos nosotros?— preguntó Tania mientras le volvía a poner el pie encima.
—¿No fuiste castigado por matar a un dios inocente?— preguntó.
Loki guardo silencio mientras intentaba ver hacia otro lado con una cara malhumorada.
—¿Entonces?— preguntó Tania.
—El rey Harald masacró gente en Noruega y asesinaba a aquellos daneses que seguían adorándonos. No tengo ningún problema que lo hagan o no, pero ¿no es acaso crueldad matar a una persona que solo sigue su herencia cultural?— respondió Loki.
—Pero en esta guerra no solo morirá Harald, ¿O sí?— preguntó Tania.
Loki seguía de mal humor sin querer ya responder nada.
—Es suficiente, Tania— dijo Atenea.
Tania se cruzó de brazos y retiró su pie del dios nórdico.
—Dime, Loki. Exactamente ¿En dónde se encuentra Odín?— preguntó interesada Atenea.
—Solo sé que está en Vinland. No tengo idea en qué parte de ese continente esté. Padre Odín siempre fue experto en esconder su imagen y aparecer como un simple viajero más— respondió el dios nórdico.
—Ya veo, entonces he decidido ayudar a encontrarlo— dijo la diosa griega mientras se ponía de nuevo de pie.
—Esta será nuestra siguiente misión— dijo.
—Disculpe, Atenea; pero queremos buscar a Anpiel antes. Estamos seguras de que él está vivo— dijo Epona apenada.
—Sí, maestra. Debemos buscar a Anpiel. A él le debemos esta victoria— respondió Ana.
Tania asintió.
—De acuerdo— contestó Atenea.
Entonces volteó a ver al dios nórdico.
—Escucha, Loki. Yo encomendaré la misión de buscar a Odín con un grupo de personas mías para que te acompañen, ¿te parece?— dijo la diosa griega mientras le daba la mano.
Loki le regresó el apretón de manos, y la diosa griega lo jaló para que se levantase del suelo.
—Vaya, pero era tal y como habían dicho en Lel. Ese bastardo nos traicionaría— se escuchó una voz decir.
—Y no solo eso, Epona y las otras diosas siguen vivas. Ahora tendremos más trabajo— se escuchó una segunda voz.
En ese momento, todos sintieron la presencia espiritual de dos dioses. Se encontraban justo sobre un montículo de piedras.
—Hermano Belenus[2], hermano Toutanis[3]— gritó Epona.
En eso, uno de los hombres disparó un rayo con su dedo a la boca de Epona, atravesándola, y cayendo esta inconsciente de espaldas al suelo.
—Siempre detesté a esa putilla de Epona— dijo el hombre que disparó el ataque.
Rodrigo estaba furioso y saltó para enfrentarlos, pero fue detenido por Ana con un semblante de nerviosidad.
—Ese hombre, el que le disparó a Epona, es un katteres; no podrás… no podremos…— dijo Ana.
—No esperaba que llegasen tan pronto— confesó Tania.
—Por órdenes de nuestro padre Esus y el gobierno absoluto de El en Lel, hemos venido a matarlos a todos ustedes— dijo el hombre que había disparado a Epona.
Su apariencia era la de un hombre rubio con barba corta, ojos ámbar, una diadema, una toga blanca y una capa roja. Su cabello estaba alborotado dando la apariencia de un sol.
—Soy Belenus, el katteres de la luz celta, y seré su ejecutor— dijo.
—Y yo Toutatis, el grigori de Galia. Solo he venido para informar sobre esto a Lel y dar validez a su ejecución— dijo el otro hombre.
Esta deidad era de cabello rojizo, ojos verdes y que, además, portaba un casco dorado con dos cuernos como si fueran de cabra. Iba vestido con una ropa de cuadritos con muchos colores y una capa roja.
—Bueno, al menos ya tenemos la respuesta por la cual Toutanis no estaba protegiendo los territorios francos— dijo Atenea.
Rodrigo estaba furioso y forcejaba para soltarse de Ana.
—¿A qué te refieres que no podemos ganar?— preguntó.
—Ese hombre, Belenus, es del mismo rango que Ana, Tania e incluso Loki, pero hay una diferencia fundamental— dijo Atenea. —Él puede usar su totema a su potencial completo—
—¿Qué significa eso?— preguntó Rodrigo.
—Los totemas son como receptores de fe que los dioses usamos. Pero esa fe que los humanos nos han brindado llega directamente hacia los mundos en donde nuestros reinos existen. Ana, Tania y Loki son forajidos y sus totemas han dejado de recibir esa fe acumulada hace mucho tiempo ya. En cambio, esos hombres aún son miembros del reino del panteón celta; ellos aún pueden recibir toda la fe que se encuentra acumulada en sus mundos— dijo la diosa griega.
—Así es, muchacho— dijo Belenus, —esa es la diferencia entre un katteres y un grigori— añadió.
—Aunque no tengamos posibilidades, voy a luchar contra ustedes dos de todas formas— dijo Tania mientras sacaba sus garras de fuego.
—Y yo también— dijo Ana, quién hacía aparecer su espada legendaria Dyrnwyn.
—Les recomiendo que no lo hagan, ya no tenemos ambrosía— dijo Atenea con un semblante serio.
—Necesitamos huir en estos momentos— continuó.
—¿Huir? ¡No!— respondió Tania.
—¡Epona está muriendo!— gritó imperativamente Atenea. —Tenemos que partir ahora mismo—
—¿Acaso creen que las dejaremos huir?— dijo Belenus con una sonrisa.
El dios de la luz celta, entonces, levantó una mano y empezó a crear una esfera blanca. La esfera era creada por energía del pasto y árboles que estaban en los alrededores. Cuando la energía emanaba de ellos, estos se secaban y se marchitaban.
Belenus tomó esa esfera y se la lanzó hacia Tania, quien la recibió de lleno y sintió como su cuerpo se destruía por dentro. Con un grito ensordecedor, la diosa cayó rendida al suelo.
—¡Tania!— gritó Ana.
Atenea entonces hizo aparecer un hacha de dos filos y la clavó en el suelo.
—Esta es un labrys[4] y es la llave para entrar a mi mundo, pero requiero tiempo para la invocación. Necesito que detengan a esos dos por cinco minutos— dijo la diosa griega.
[1] Nombre dado por exploradores nórdicos al continente americano.
[2] Dios celta del sol.
[3] Dios celta. Popularizado por las tiras cómicas de Asterix.
[4] Hachas antiguas en la cultura minoica. El nombre —Laberinto— está inspirada en este nombre.