Rodrigo y Ana se encontraron frente a frente en la parte subterránea de la caverna. Tania se había sentado a verlos entrenar.
—Lo primero que haremos es distorsionar esta dimensión, Rui— dijo Ana mientras exploraba su bolsillo dentro de su ropa, y en eso, sacó una pequeña chispa blanca.
—¿Distorsionar qué?— preguntó Rodrigo.
—Crearemos un campo de pelea para evitar que podamos causar daños a los alrededores. Voy a crear una nueva dimensión en donde solo los dioses pueden existir; pero los humanos simplemente se congelarán. El tiempo dentro no fluirá en el mundo humano, pero sí en éste—
Rodrigo seguía sin entender nada.
—Descuida, ahora lo recordarás— replicó Tania.
Ana soltó la chispa en el suelo y rápidamente, como si fuera una onda expansiva, se cubrió todo el espacio en un color azul grisáceo. Rodrigo recordó rápidamente que fue lo que sucedió cuando intentó matar a Almanzor.
—Esta es una nueva dimensión, Rui. Cada vez que uso una de estas ‘Dimensiones de bolsillo’, podemos pelear dentro sin problemas. Y no te limites, las paredes de esta dimensión son indestructibles— mencionó Ana mientras levantaba sus brazos.
—Increíble— dijo Rodrigo sorprendido.
—Cuando el entrenamiento termine, puedo quitar la dimensión alterna; pero como puedes ver, estas cositas pueden servir fácilmente como prisiones para seres divinos— continuaba Ana explicando mientras Rodrigo veía como plumas oscuras aparecían del brazo izquierdo de la diosa.
Las plumas oscuras empezaron a girar en forma de un pequeño torbellino y tomaron la forma de una espada, la cual, rápidamente Ana sujetó con su mano izquierda.
—Y ésta es mi habilidad, Rui. Materia oscura— dijo Ana mientras balanceaba su espada cortando ligeramente el aire frente de ella.
—Puedo crear cualquier cosa que piense con esta habilidad, pero lo uso preferentemente para crear armas—
Ana movió su mano empuñando la espada e hizo un arco horizontal; entonces, una enorme variedad de armas apareció detrás de ella: Espadas, lanzas, arcos, cuchillos, etc. Y, en seguida, las armas desaparecieron dejando pequeñas plumas oscuras que se desvanecieron en el aire.
—Los dioses estamos delimitados por los elementos con los cuales nacimos. El mío es oscuridad y el de Tania es fuego— dijo Ana mientras continuaba jugando con su espada.
—Bueno, yo nací bajo los elementos de agua— mencionó Tania, —pero nunca me sentí contenta con ello, así que decidí entrenar para usar el fuego. Es decir, aunque nazcas con un elemento, no significa que no puedas usar otro—
—Lo primero que necesitamos es que manifiestes tu elemento— dijo Ana señalando a Rodrigo con su espada.
—Esa sangre divina dentro de tu cuerpo y heredada por alguno de tus padres, debe darte la afinidad elemental que necesitas para pasar a la siguiente lección—
—Manifiesta tu energía divina ahora— dijo Tania, —como cuando estabas furioso atacando a los moros— continuó diciendo la diosa de fuego.
—Bien— asintió Rodrigo.
Entonces, empezó a esforzarse mientras apretaba los puños y doblaba ligeramente las piernas.
Su cabello castaño comenzó a levantarse y una estela de luz en sus pies empezó a girar, mientras que polvo y piedras se levantaban. Los ojos de Rodrigo tomaban un color verde más brillante y su cuerpo empezaba a generar una estela de luz blanca.
Rodrigo gritó y una enorme nube de polvo se expandió en donde se encontraba.
—Estoy listo— dijo mientras se veía de una manera desafiante.
Ana, quien se encontraba abanicando su mano para quitarse el polvo de encima, mencionó:
—Bueno, debemos afinar la cantidad de energía que gastas también— y no paraba de toser.
—De acuerdo, ¿Puedes generar energía ahora?— preguntó Ana después de controlar su tos.
—¿Energía?— preguntó confundido Rodrigo.
—Sí, así— dijo Ana mientras que con su mano derecha creo una especie de fuego azul y en seguida lo hizo desaparecer.
—Esa energía que generes manifestará qué tipo de elemento usas— mencionó.
Rodrigo se esforzó tratando de generar energía con su mano derecha, pero nada pasaba. Al incrementar su fuerza, se empezó a sentir como la tierra temblaba y rocas empezaban a flotar, mientras el suelo se desquebrajaba. Su estela de luz se expandía de manera violenta.
—No, no, Rui; tranquilízate— dijo Ana. —Debes generar tu energía calmando tu mente—
Rodrigo disminuyó su poder destructivo y trató de concentrarse en su mano, pero dado que no pasaba nada, nuevamente comenzaba, inconscientemente, a elevar su fuerza y de nuevo los terremotos comenzaban.
—¡Tranquilo, Rodrigo!— exclamó Tania.
—No, Rui. Así no lograrás nada— dijo con una voz relajada Ana, tratando de bajar la ira del joven aprendiz.
—Calma tu mente, tu corazón; siente como si fueras parte del mar, la naturaleza, el aire. Respira hondo y relaja tus sentidos—
Rodrigo nuevamente lo intentó, pero no podía. De nueva cuenta su frustración lo llevaba a excitar su energía interna y causar nuevos temblores.
—Eres una causa perdida— dijo molesta Tania.
—No digas eso, Tania. Dale tiempo y verás cómo lo logra— dijo Ana mientras hacía desaparecer su espada.
Ana se acercó a Rodrigo y puso sus dos manos en sus hombros.
—Has pasado por mucho y sé que hay mucho dolor y rabia en tu corazón. Siento la ira que estás conteniendo en contra de los moros, en contra de Al-Mansur; pero necesitas poner tu mente en orden antes que nada—
—¡No puedo, no puedo!— gritó furioso Rodrigo, y su energía se expandía más, causando relámpagos en torno de él.
—¡Quiero matarlo! ¡Ese maldito Almanzor!—
—Perdóname, Rui— dijo Ana mientras veía con sus grandes ojos azulados los ojos lagrimosos de Rodrigo.
—Perdóname a mí y a Tania por detenerte en tu venganza— continuó.
—Perdónate a ti mismo por no haber podido defender a tu madre, no fue tu culpa— prosiguió Ana con una voz tranquilizante.
—Y yo sé que será imposible que perdones a tus enemigos, pero debes tratar de aceptarlo. Es difícil, lo sé, pero si continúas cargando ese odio en tu corazón, te destruirá por dentro. Nosotras creemos en ti—
Rodrigo bajó su poder y cayó rendido al suelo. Ana también se arrodilló para continuar tocando sus hombros.
—Vaya que eres buena para estas cosas; yo ya lo hubiera molido a golpes— dijo Tania aburrida mientras recargaba su cabeza en su mano izquierda.
Rodrigo estaba más tranquilo y respirando más calmadamente.
—¿Estás mejor?— preguntó Ana.
Rodrigo asintió.
Ana se levantó entonces y le ofreció la mano a Rodrigo para que se levantase. Rodrigo la tomó y se puso de pie.
—Vamos a tener que hacer algunos ejercicios de meditación— dijo Ana.
—Quiero que todo este día hagas un ejercicio llamado: ‘Cernunnos’. Te sentarás con tus piernas recostadas en forma de C y tus brazos levantados en forma de V, mientras piensas exclusivamente en todo lo que pasa a tu alrededor; el aire, las olas del mar, las aves, los sonidos de la naturaleza—
—Si esos pensamientos negativos invaden tu corazón, concéntrate nuevamente en lo que pasa a tu alrededor hasta que se disipen esas ideas—
Ana se puso en dicha pose para que Rodrigo lo entendiera.
—¿Cuánto tiempo debo hacerlo?— preguntó Rodrigo.
—Hazlo todo el día y vemos mañana que sucede— respondió Ana mientras que, con un movimiento de mano, destruía la dimensión alterna y la chispa brillante aparecía nuevamente; tomándola inmediatamente y guardándola en su bolsillo.
El daño causado en el suelo por los temblores provocados por Rodrigo había desaparecido.
—A ver si tus técnicas paganas abraza-árboles funcionan— dijo sarcásticamente Tania.
Ana y Rodrigo salieron de la cueva y se dirigieron hacia un acantilado que daba al mar, Rodrigo adoptó la pose y Ana lo ayudó a hacerla correctamente. Una vez adoptada, Ana le dijo que lo vería nuevamente hasta mañana justamente a esta misma hora.
La vista al mar era preciosa, se podían observar algunos arrecifes a lo lejos por lo cual era evidente que los barcos no podían pasar por esa parte, además que estaba detrás de la caverna, lo que impedía que la gente del pueblo pudiera observar ese lugar.
El calor era abrumador, aunque una ligera brisa fresca soplaba haciendo que se sintiera un pequeño alivio. También se podía olfatear lo salado del mar y ver las gaviotas volar por los alrededores.
Rodrigo meditó, pero su mente divagaba y sus brazos se entumían; aun así, no claudicaba y continuaba. Escuchaba el viento, las aves, las olas. Cada vez que pensamientos de ira y odio comenzaban a aterrorizarlo, se concentraba nuevamente en las olas y el viento.
—Qué buenos discursos dices— le dijo Tania a Ana mientras tomaban un vaso de vino cada una.
—Solo repetí las palabras de mi maestra— respondió Ana mientras tomaba un sorbo a su vaso.
—Irónico ¿no?, que yo hable de perdonar y dejar el odio atrás cuando es el único motor que me mueve hasta ahora— dijo Ana mientras bajaba la mirada con tristeza.
Tania le puso su brazo en su espalda y le dio unas palmadas.
—Te entiendo perfectamente, Ana— le dijo.
Al día siguiente, Ana se levantó a las ocho de la mañana, y aunque estaba aún media dormida, fue a ver a Rodrigo. Pero se sorprendió al ver que se encontraba flotando en el aire y emanando una energía divina en su cuerpo; pero no era agresiva, sino pacífica, al grado que las aves se acercaban a él. Afortunadamente, se encontraba detrás de la cueva y no era visible por ningún aldeano.
—Increíble, en menos de veinticuatro horas— dijo Ana.
Tania salió de la cueva y lo vio sorprendida.
Ana llamó a Rodrigo y este abrió los ojos y perdió la concentración cayendo al suelo de golpe.
—Buenos días, Ana. Escuché tus pasos a lo lejos; de hecho, diría que sentí tus pasos y tu energía, y también la de Tania aún dentro de la caverna— dijo con una sonrisa Rodrigo.
—Fue increíble, Rui; sabía que lo lograrías— dijo con una sonrisa Ana.
Después de comer el desayuno, bajaron otra vez al fondo de la caverna, y Ana nuevamente volvió a activar la dimensión de bolsillo.
—Bien, Rui. Quiero que te relajes como te encontrabas hace rato— dijo Ana.
Rodrigo asintió.
El joven aprendiz relajó su mente y un aura de energía lo cubrió, pero no era violenta si no tranquilizante. Entonces, comenzó a levitar un poco.
—Perfecto— dijo Ana, —ahora concentra esa sensación en tu mano—
Rodrigo abrió su mano derecha y se creó una esfera de energía blanca.
—Es un Venus— dijo Tania quien los observaba nuevamente.
—Sin lugar a duda— asintió Ana.
Rodrigo hizo desaparecer la esfera, y nuevamente puso los pies en la tierra.
—¿Un Venus?— preguntó.
—Sí— respondió Ana. —Los dioses nos clasificamos en ocho grupos según nuestros elementos—
Sol, como Tania, pueden controlar el fuego.
Saturno, como yo, podemos controlar la oscuridad.
Venus, como tú, controlan elementos sagrados y telequinéticos.
Luna, controlan el agua y el frío.
Mercurio, controlan el aire.
Tierra, controlan la vida y la energía interna de los planetas y astros.
Marte, se especializan en técnicas de combate y el control de metales.
Y finalmente, los más poderosos, los Júpiter, controlan la luz y el trueno— explicó Ana.
—Según se dice, El es un Júpiter. Imagínate cuan poderosos son— dijo Tania con una sonrisa.
—Sin embargo, hay dioses que pueden controlar más de un elemento, o que pueden hacer habilidades que no pertenecen a ninguno de estos grupos. Ellos suelen ser de los más poderosos entre nosotros— dijo Ana.
—Increíble— respondió Rodrigo emocionado.
—Bien, ahora podemos pasar a la fase dos: Combate— dijo con una sonrisa Ana mientras volvía a crear su espada con su energía oscura.