1-4. El mundo de los dioses

Rodrigo jamás había viajado tan lejos. Él había trabajado como guardaespaldas para caravanas mercantiles, pero jamás había salido de lo que era conocido como el Reino de León. Llegar a Turtuxa[1] fue una experiencia muy extraña.

Turtuxa. Novela Elyon

La ciudad de Turtuxa se encontraba dentro de lo que era conocido como “Califato de Córdoba”. Para llegar hasta ahí, primero Tania los había dirigido hasta el reino de Castilla, y después, los dirigió hacia el sur para entrar al Califato de Córdoba mediante una ciudad llamada Madinat-Salim[2], que servía como acceso entre Castilla y dicho reino moro.

Aquí, Rodrigo vio por primera vez una ciudad completamente musulmana, pero podía notar que los cristianos vivían ahí también. Él creía que los musulmanes obligaban a todos a adorar a su dios pagano, pero se dio cuenta que no era ese el caso.

No estuvieron mucho tiempo ahí, solo descansaron esa noche y de ahí partieron hacia el este, a la ciudad de Turtuxa, la cual era conocida anteriormente como Tortosa. El objetivo de Tania era tomar un barco con destino a una isla llamada Ibiza, que era justamente donde ella vivía.

La ciudad de Turtuxa era impresionante. En la cima de una montaña se encontraba un majestuoso palacio que se decía había sido construido por un anterior califa de Córdoba: Abd ar-Rahman III. Enormes mezquitas y minaretes embellecían a toda la ciudad, además que contaba con muchos jardines y calles bien pavimentadas.

En sus calles, había un creciente comercio en toda la ciudad con gente comprando y vendiendo en diversos mercados, tanto comida como animales, especias, perfumes, libros y demás; no se parecía nada a las pobres ciudades en León o el reino de Castilla.

Esta ciudad, la cual ni era la capital del califato, lucía más impresionante que la misma León o Burgos, las capitales del Reino de León y Castilla, testimonio del poderío económico musulmán en la península ibérica. Rodrigo no dejó de sentir cierto odio al ver a estas personas felices y completamente aisladas de la situación que él y los suyos vivían con los constantes ataques moros en sus tierras.

—Nuestro barco saldrá en dos días— comentó Tania mientras se reincorporaba junto a Rodrigo y Ana, ya que había ido a apartar un lugar a un barco mercante que viajaba a dicha isla.

Tanto Ibiza como Majorca se encontraban dentro del Califato de Córdoba, por lo que era más fácil viajar desde ahí hasta dichas islas. En tiempos anteriores, hubieran viajado hasta Barcelona, pero la ciudad había sido arrasada el año pasado y aún se encontraba en recuperación.

—Ey, ¿Te gustaría dar un paseo por la ciudad, Rui?— preguntó Ana a Rodrigo.

Rodrigo se encontraba sentado en una cama del cuarto que Tania había rentado como hospedaje para esperar al barco. Era una posada modesta con dos camas y se encontraba en el segundo piso.

El cuarto era pequeño, pero estaba bastante limpio. Frente a las camas, había una pequeña mesa la cual era iluminada por un haz de luz de mediodía que entraba por la ventana.

—No, yo creo que me quedaré aquí. Tengo mucho que pensar— respondió Rodrigo con un semblante un tanto sombrío.

—Deberías animarte más— dijo Ana con una sonrisa, y en eso miró por la ventana. Un grupo de casas se veía por ella y un minarete cercano en donde se entonaban oraciones.

—No me siento cómodo aquí, porque pues, mi familia, tú sabes— contestó Rodrigo.

—¿Y acaso crees que toda esta gente tiene la culpa de lo que Al-Mansur hizo en tu ciudad natal? — preguntó Ana.

—Pues, son del mismo grupo: invasores— contestó molesto Rodrigo.

—A diferencia de Tania, yo no he vivido tanto, pero antes de que yo naciera, estas tierras eran habitadas por grupos de personas que adoraban a dioses locales. Creo que solo aquellas personas llamadas vascas son las remanentes de dichos grupos— respondió Ana.

—Todos los demás son una aglomeración entre celtas, romanos, fenicios y godos. Todos hicieron lo mismo y siempre han hecho lo mismo, Rui. Es parte de la naturaleza de los seres vivos el querer dominar sobre los demás. No solo los humanos, los dioses somos iguales— continuó explicando Ana mientras veía sin mucho ánimo el escenario por la ventana.

—¿Por qué quieres justificar el ataque de esos malditos moros a mi casa? — respondió enojado Rodrigo.

Ana volteó a ver a Rodrigo con una mirada seria y penetrante. Sus ojos azules brillaban como si tuvieran una luz interna. Su semblante era bastante serio, pero, aun así, hermoso.

—Los humanos comunes no son culpables de las ambiciones de sus líderes— contestó Ana.

—¿Por qué lo dices? — preguntó Rodrigo.

—Quiero que mires por la ventana— dijo Ana mientras volteaba nuevamente a ver por ésta.

Rodrigo se levantó y se asomó. Ana, entonces, señaló a un pordiosero en la calle pidiendo dinero.

—¿Qué beneficio tendrá ese pobre hombre por las conquistas del sultán de Córdoba? — preguntó Ana.

Rodrigo guardó silencio.

—Ninguna, él tuvo la mala fortuna de nacer en pobreza y morirá en pobreza; fuera español, musulmán, o de otro reino— se respondió a sí misma, Ana.

Ana entonces señaló hacia un hombre bereber que era insultado por otro grupo de árabes.

—Ese hombre, ¿tiene la culpa de haber nacido más moreno y en el norte de África para ser visto como persona de segunda? — preguntó Ana.

Rodrigo siguió guardando silencio.

—Escucha, Rui. No solo aquí si no en todas partes, quien tiene el poder lo ejerce. Las injusticias que este Al-Mansur haga en tu tierra no beneficiarán a las personas que estén abajo— comentó melancólicamente Ana.

—Algún día el emirato de Córdoba caerá y sus habitantes serán tratados igual que fue tratada tu familia. El mundo está siempre en ese ciclo enfermizo y devastador, lamentablemente— la diosa continuó su explicación.

—Aun así, no me siento bien por ello— respondió Rodrigo con la mirada sombría.

—Lo sé, y te entiendo. Solo quería que te lo plantearas y aprendas a odiar a las personas culpables, no a las personas que forman parte del grupo de dicho líder— dijo Ana y le puso su mano en el hombro mientras que Rodrigo se sentaba nuevamente en la cama.

—Te compraré algo lindo— dijo Ana mientras salía de la habitación, mientras Rodrigo se quedó en silencio aún atormentado por sus pensamientos.

Dos días después llegaron a Ibiza, un pequeño pueblo de casitas blancas acomodadas casi simétricamente frente a la orilla del mar. Los tejados eran rojos y había bastantes árboles alrededor de la ciudad. Pequeños mercados de mariscos y frutas se alzaban cerca del puerto en donde el barco ancló. Rodrigo, Ana y Tania bajaron del barco en conjunto a un pequeño puñado de gente que eran más mercaderes que habitantes de la región.

Ibiza - Novela Elyon

Los mercaderes locales, justo al ver a Tania, comenzaron a saludarla. Hablaban un idioma extraño que Rodrigo no podía identificar. La chica pelirroja les devolvió el saludo con una sonrisa, la cual, Rodrigo vio que no era falsa como la que ponía en otros lados.

Tania indicó que ella no vivía en el pueblo si no a las afueras; por lo que había que caminar del puerto hasta la salida del pueblo a un grupo de montañas que formaban unas cavernas curiosas[3]. Alegaba que, como los dioses no envejecen, no podía darse el lujo de estar en una ciudad o pueblo por mucho tiempo y prefería vivir en las afueras.

Después de caminar cerca de treinta minutos, llegaron a la caverna, que era su casa. Ésta estaba bien equipada, tenía mesas, sillas, una cocina improvisada, un baño con una piscina natural; y la parte superior tenía un enorme hueco en donde ella podía ver el pueblo de Ibiza desde ahí.

En la caverna había multitud de velas prendidas para poder iluminar el área. En las afueras, la caverna tenía una puerta grande de caoba con una pequeña campanita. Unos niños se encontraban junto a la puerta.

Los niños hablaban en ese idioma extraño por lo que Rodrigo no entendía lo que decían, pero Tania se inclinó y acarició la cabeza de uno mientras le respondía también algo en ese extraño idioma, el cual sonaba similar al árabe.

Con las palabras de Tania, los niños regresaron contentos al pueblo. Tania, entonces, se puso de pie nuevamente y abrió la puerta de su caverna.

—Bien pues, bienvenidos a mi hogar— dijo Tania levantando los brazos. —Pónganse cómodos—

—¿Pudiera tomar un baño? — preguntó apenado Rodrigo.

—Oh sí, te indico dónde está— le contestó Tania y le dio indicaciones.

Rodrigo, al entrar al baño y ver la enorme piscina, se quitó rápidamente la ropa y se dio un chapuzón. Era algo tan relajante, ya que el agua estaba fría mientras que hacía bastante calor en Ibiza por el verano. El muchacho no se había podido tomar una ducha desde el incidente en Coímbra, por lo que sentía que apestaba a los mil demonios a sudor y sangre.

Para su sorpresa, Ana también entró completamente desnuda al baño y se dio un clavado en la piscina. Rodrigo se sonrojó y tuvo una erección involuntaria mientras trataba de alejarse lo más que podía de la chica. Era la primera vez que veía a una mujer desnuda.

—¿Qué demonios haces aquí? — preguntó apenado Rodrigo.

—¿Bañándome? — respondió intrigada Ana.

—Pero eres una chica, no puedes estar cuando yo esté— siguió diciendo Rodrigo mientras trataba de salir de la piscina cubriéndose sus partes púdicas.

—No eres un humano, deja de seguir sus estúpidas reglas— respondió molesta Ana.

En ese momento, Tania entró al baño y tomó a Ana de su oreja jalándola fuera de la piscina.

—Deja de ser una inmadura, cuervo— le gritó furiosa la diosa pelirroja.

—¡Pero yo ya me quiero bañar y hay espacio para todos aquí! — replicó Ana molesta mientras era arrastrada fuera del baño por Tania.

—Sigue bañándote Rodrigo, ignora a esta exhibicionista— dijo Tania mientras salía del cuarto tratando de no ver al muchacho.

Rodrigo intrigado, regresó a la piscina y comenzó a lavarse.

Horas después, ya que Rodrigo y Ana se habían bañado, ambos viajaron al pueblo por algunos víveres tales como patatas, pescado y especias. Tania los cocinó y los comieron con un vaso de vino, el cual Tania preparaba también dentro de la caverna.

Satisfechos, Tania miró a Rodrigo y le comentó: —Bien, creo que es hora de que hablemos de qué o quienes somos, ¿de acuerdo? —

El joven asintió.

Tania tragó aire y se quedó un rato en silencio, y después miró a Ana.

—Y es claro que será ella quién te explique todo— dijo.

—¡Ya sabía! — dijo Ana molesta. —Que sea yo quién quede mal con Rui, ¿cierto? —

Tania le hizo una mueca sarcástica y Ana bufó.

—Bien, Rui; escúchame bien. En este mundo, los humanos que viven aquí siempre han adorado a deidades desde el principio de su existencia. Han representado a dichos seres en pinturas en cavernas o levantado enormes monumentos en honor a ellos. Esos dioses… somos nosotros— dijo Ana mientras se ponía de pie frente a Rodrigo.

El muchacho hizo una mueca de incredulidad.

—Hace mucho tiempo— proseguía Ana, —los dioses solíamos estar en guerra constantemente y algunos descubrieron que la fe de los humanos nos daba más poder, por lo cual varios vinieron a este mundo para hacer que estos demostraran su devoción en ellos— continuó explicando la diosa.

—Entre mayor era su prueba de fe, mayor era el poder que los dioses obtenían. Algunos dioses empezaron a provocar guerras santas entre los humanos, o sacrificios humanos, o genocidios— concluyó.

La chica de cabello oscuro respiró hondamente.

—Bien, esta parte puede resultar controversial para ti, ahora…— dijo.

Rodrigo sentía que todo le resultaba controversial. Cuando era chico, le habían dicho que los dioses que se adoraban antiguamente en la península ibérica eran demonios, y ahora esta chica le decía que ella era uno de esos demonios. Por dentro, no lo podía creer.

—Rui, el cristianismo… no es real. Tampoco el islam o el judaísmo. Algunas religiones como el budismo fueron igualmente intentos de lo mismo. Los dioses buscamos abolir las religiones humanas— continuaba explicando Ana un tanto sonrojada.

Rodrigo continuaba mirándola con ojos de incertidumbre. Si ella decía que el cristianismo era falso, entonces era la mayor prueba que sus compañeras eran demonios. En ese momento, el muchacho se sintió muy preocupado y nervioso.

—El rey de los dioses, El[4], luchó contra un enemigo muy poderoso que usaba el poder de la fe de los humanos. Afortunadamente, el enemigo fue derrotado y sellado hace mucho tiempo. Sin embargo, los dioses continuaron luchando entre sí, causando grandes sacrificios entre dioses y humanos— explicó Ana.

—Hartos de tanta sangre, los dioses empezaron a buscar la paz entre ellos y decidieron, casi por unanimidad, no seguir usando a los humanos como granjas de poder— continuaba explicando Ana.

Rodrigo comenzó a ignorar lo que Ana decía, tratándose de convencer que esas chicas eran buenas, que posiblemente solo estaban mal informadas. Tania lo pellizcó para que prestara atención.

—Entonces, El experimentó con una religión que no adorase a ninguna deidad real, y llevó esta fe a un pequeño pueblo dentro de la región de Canaán. Estos son el pueblo judío que tú conoces— continuó su explicación la diosa.

—Posteriormente, se intentó dar una mejor vida a los humanos dando mensajes de hermandad y humildad con el cristianismo y el islam; buscar que los humanos se unieran entre sí y dejasen de pelear, y al mismo tiempo lograr la paz en el mundo de los dioses— continuaba explicando la diosa.

Rodrigo había dejado de prestar atención a lo que Ana decía, y empezó a sentir sueño y quedarse dormido.

—Claro está, no todos los dioses han estado de acuerdo; y algunos como los nórdicos, y especialmente, los dioses en India han impuesto grandes trabas a este proyecto de paz de nuestro rey. Y para colmo, a pesar de que esas religiones se crearon para buscar la paz humana, los humanos encontraron formas de como dividirse y causar masacres y genocidios entre ellos— agregó.

—Cristianos matando judíos, musulmanes matando cristianos, etcétera. Sin embargo, dado que no podemos intervenir en sus conflictos, solo nos hemos limitado a observar cómo han creado un infierno en su propia existencia— concluyó Ana y se volvió a sentar.

Rodrigo estaba completamente dormido. Tania lo volvió a pellizcar para que despertara.

—¿Te aburrí, Rui?— preguntó un tanto molesta Ana mientras Rodrigo saltaba de la silla ante el pellizco de la diosa pelirroja.

—No, no… para… para nada— contestó nervioso Rodrigo.

Ana suspiró profundamente y continuó con su explicación.

—Tania y yo somos diosas encargadas de observar a la humanidad, pero nuestra función es literalmente evitar que algún dios extraño intervenga en este mundo; y por eso fuimos asignadas a regiones correspondientes a nuestros antiguos panteones— explicó Ana.

—Yo debería estar en la isla de Irlanda, pero… no me gusta estar mucho tiempo allá con los conflictos entre mi gente y los vikingos, y paso parte de mi tiempo con Tania. Me entristece no poder defenderlos— siguió explicando Ana, aunque se podía notar un semblante de tristeza y dolor en su rostro.

Rodrigo trató de poner atención a las palabras de Ana para que no se molestara. Después de todo, molestar a una dama, aunque esté equivocada en su forma de pensar, no sería algo propio de un caballero.

—También debemos velar por el progreso del cristianismo y del islam— interrumpió Tania, —ya que ambas religiones son el proyecto de paz de nuestro rey, El. Tenemos cierta ‘flexibilidad’ como jugar en favor a ciertas guerras o inspirar gentes en sueños como ángeles. Pero no podemos hacer más que ello—

—Sí— asintió Ana. —Yo puedo usar cierta influencia para ayudar a los cristianos en Irlanda y defenderlos de los vikingos, pero detrás de dichos ejércitos se encuentran monstruos como Thor u Odín[5], y tengo muy poca capacidad de poner una buena defensa contra ellos. Aun así, mi gente es fuerte y se ha defendido hasta ahora—

Rodrigo finalmente expresó: —Disculpen, chicas; realmente no entiendo nada—

—Durmiéndote la mitad de la conversación no ayuda tampoco— contestó molesta Tania.

—Bien, Rui. No te preocupes— respondió Ana.

—Entiendo que ésta es demasiada información para ti. Si quieres lo dejamos así mientras tratas de asimilar todo esto. Solo quisiera agregar una cosa, nuestras clasificaciones, para que entiendas qué o quién eres—

Y entonces Rodrigo lo vio, Ana movió sus dedos y vio como aparecía una especie de pizarra como por arte de magia. Entonces, la diosa de cabellos oscuros comenzó a dibujar una especie de tabla.

 

 

  1. El: Rey de los dioses.
  2. Elohim[6]: Dioses protectores de El.

III. Anunnaki[7]: Dioses líderes de sus respectivos panteones.

IV. Katteres[8]: Dioses superiores de sus respectivos panteones.

V. Grigori[9]: Dioses superiores delegados a observar a los humanos.

VI. Igigi[10]: Dioses intermedios e inferiores.

VII. Nefilim[11]: Semidioses, hijos de dioses y humanos.

VIII. Malakim[12]: Ángeles mensajeros y soldados.

IX. Behemoth[13]: Bestias y monstruos.

X. Ruah[14]: Espíritus chocarreros de bajo nivel.

—Los dioses nos clasificamos en estos rangos— prosiguió Ana. —Tania y yo somos grigori, ya que observamos a los humanos; mientras que tú eres, creemos, un nefil[15]

—Nef, nefi… ¿qué?— se sonrojó Rodrigo. —Disculpen, pero no sé leer— dijo apenado.

—Es comprensible— dijo Tania. —En este mundo de humanos, pocas personas saben leer—

—No te preocupes, te enseñaremos— dijo Ana con una sonrisa tranquilizadora. Rodrigo creyó que lo humillarían por ello, pero fueron más comprensibles de lo que creía.

—Y otra cosa muy importante— interrumpió de nuevo Tania mientras se sentaba en la mesa. —Debes aprender a pelear para que te puedas defender—

—Malakim enemigos de ejércitos vikingos e indios suelen circular mucho en estas regiones, buscando desestabilizar los reinos monoteístas de El; y es necesario que sepas enfrentarlos, ya que es posible que nosotras no podamos estar contigo siempre. Además, supongo, debemos llevarte a Lel[16] para que se te asigne alguna función— concluyó la diosa pelirroja.

—¿Lel?— preguntó Rodrigo.

—Sí, Lel. El palacio real de El— respondió la diosa de cabellos rojos. —Ahí se encuentra nuestro gobierno central, y desde allá recibimos nuestras órdenes—

—Sí, de la voz de Putanat— dijo sarcásticamente Ana.

—Querrás decir Perranat— replicó Tania.

Ambas diosas reían. Rodrigo no sabía qué pasaba, suponía que era un código secreto entre ellas.

—Descuida, descuida, ya la conocerás— dijo divertida Ana.

—Anat[17] es la mano derecha de El y funge como comandante suprema, ya que el rey de los dioses pocas veces hace apariciones públicas—

—Y es una perra— dijo sarcásticamente Tania.

—Y una puta, bien puta— replicó Ana sonriendo.

Rodrigo se dio cuenta que las diosas se comportaban como adolescentes con sus chistes; no pudo evitar recordar los chascarrillos con sus amigos.

—Bien, a partir de mañana comenzaremos con tu entrenamiento, Rui— dijo Ana, mientras se levantaba y ponía su mano en el hombro de Rodrigo. —Si te dejo con la leona en celo de allá, no durarías ni cinco minutos—

—Yo no soy una diosa de la guerra, cabeza de cuervo— le replicó Tania.

Las diosas continuaron lanzándose insultos entre ellas y Rodrigo encontraba eso divertido. No podía creer que seres tan divinos pudieran comportarse como adolescentes.

Sin embargo, seguía sin aceptar completamente el asunto del cristianismo. Dentro de su mente, sintió que si lo que decían era cierto, posiblemente El sería YHWH, Jesucristo o solo un ángel de Ellos. Para él, esas chicas eran ángeles como Miguel Arcángel o Gabriel.

Esa noche prendieron una fogata a las afueras de la caverna. Ana los divertía con algunas historias de sus tierras, sobre héroes legendarios como Cú Chulainn, quien había matado al perro de un rey y había tenido que fungir como su perro personal. Bebieron, bailaron, se divirtieron, y finalmente quedaron dormidos a la luz del fuego.

Rodrigo se levantó a las cuatro de la mañana como siempre estaba acostumbrado, pero se sorprendió ver a Ana y Tania aún dormidas. Tania roncaba como cual leona. Así que el muchacho decidió dar una vuelta a la zona para ver su flora y fauna.

Eran las seis y media de la mañana y las diosas seguían dormidas. Rodrigo se encontraba aburrido sin saber mucho qué hacer. Siempre había tenido un horario estricto porque debía ser un guardaespaldas para caravanas, y estas siempre salían muy temprano en la mañana para evitar a los ladrones lo más posible.

Ocho de la mañana y las diosas seguían durmiendo.

 —Levántate temprano para entrenar; sí cómo no— pensó Rodrigo.

Volvió a dar una vuelta a los alrededores y ver la playa y las olas para relajarse.

Regresó a las nueve de la mañana. Tania ya se había levantado y estaba preparando de comer.

—¿De verdad le creíste a esa borracha que se despertaría temprano?— dijo Tania al ver a Rodrigo caminando por la caverna.

Finalmente, pasado de las diez de la mañana, Ana empezaba a levantarse.

—Oh, Rui; discúlpame, ¡me quedé dormida!— le dijo mientras se incorporaba.

—Descuida, yo me desperté también hace poco— le respondió Rodrigo.

—Mentiroso— dijo Tania, —él anda dando vueltas desde las cuatro de la mañana—

—Bueno, una breve lección después de desayunar, ¿te parece?— respondió aún con voz somnolienta Ana.

Tania había horneado el pan y lo acompañaron con queso y cerveza que también ella preparaba en su casa. Rodrigo empezó a ver que las diosas realmente eran muy pero muy hermosas, como si fueran mujeres que vivían en los palacios. Empezó a darse cuenta de que, a pesar de haber visto a tantas personas, jamás había visto a mujeres con una figura tan perfecta y un color de ojos tan hermosos como los de ellas.

—¿Estarán comprometidas o tendrán parejas?— esa pregunta pasó por su mente.

Ana era ligeramente más baja que Tania, y su figura era más delgada que la diosa bereber. Sin embargo, también sus pechos eran mucho más pequeños, cosa que Tania era bastante agraciada en dicho aspecto.

 


[1] Actualmente la ciudad de Tortosa.

[2] Actualmente la ciudad de Medinaceli.

[3] Antiguos santuarios dedicados a los dioses se encontraban en las cavernas de Ibiza.

[4] En la religión antigua cananea, era el nombre del dios más importante y padre de los dioses.

[5] Dioses principales de la mitología nórdica. Thor era el dios del trueno mientras que Odín era el padre de los dioses de dicho panteón.

[6] Nombre con el que eran conocidos el grupo de dioses considerados hijos del dios El en la religión cananea.

[7] Significa, literalmente, hijos de los dioses Anu y Ki. En la religión acadia, eran los hijos del dios del cielo y la diosa de la tierra.

[8] —Dioses de la tierra— nombre que los hijos de Anu eran conocidos en la religión hurrita.

[9] Nombre griego que significa: —vigilantes—. Según el libro de Enoc, eran ángeles caídos.

[10] Conocidos como dioses menores en el panteón sumerio.

[11] Según la Biblia, el producto entre una mujer y un —hijo de Dios— dio como resultado a estos seres, quienes solían ser héroes o gigantes.

[12] Nombre en hebreo que corresponde a los ángeles.

[13] Según la Biblia, Behemoth era una gigantesca bestia que fue condenada por YHWH.

[14] Palabra hebrea que significa: —espíritu—.

[15] Singular de nefilim.

[16] Significa ‘noche’ en cananeo. Además, era el nombre del palacio del dios El, el dios principal de dicho panteón.

[17] Una de las diosas más importantes de la religión cananea. Era la diosa de la guerra.

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